Opinión

Notas al pie de la pandemia: sin perder la ternura jamás

Por Julieta Echeverría (*)

No dejes para mañana lo que puedes hacer en esta fase”, leemos en alguna red social en las últimas semanas mientras volvemos una fase para atrás. Nos retiramos de las calles salvo para lo necesario y se agudiza el aislamiento preventivo desde nuestros hogares. Nuestra realidad se recrudece mientras el sector de servicios lucha por subsistir; los niños-niñas-adolescentes (y demás estudiantes de todos los niveles) siguen con un tiempo escolar en la virtualidad despojado de cuerpos y de miradas, y sus docentes desgastados continúan dando todo de sí y de su tiempo para sostener algo de lo educativo; los trabajadores esenciales no cesan de hacer lo suyo cada vez más expuestos. Escuchamos y vemos a nuestro personal de salud al límite, con preocupación, con miedo, en un estado de alerta que llevan por meses y ahora solo se profundiza. Y los vemos seguir incansablemente aunque el cansancio esté siempre allí. Y los escuchamos intentar convocar la atención de la sociedad en un llamado a cuidarse, a cuidarnos entre todos.

Los escuchamos conmovidos recordándonos algo tan básico y tan fácil de olvidar en esta época individualista como que no somos sin el otro: que estamos y somos en relación con los otros. Si algo podríamos aprender de esta crisis sanitaria es el valor de la prevención y de anoticiarnos de que en esto, como en casi todas las cosas, estamos interrelacionados, y que es cosa de todos y todas.

Me resuenan, entonces, las palabras de un deportista que en algún momento me contó que “el basquet es muy compañero”, y siguió aclarando con una imagen que es difícil del olvidar: “uno lucha codo a codo con sus compañeros tanto para defender como para atacar, no hay el uno sin el otro…”. Una clara dimensión de equipo, de un tipo de lazo social no individualista, de un obrar en conjunto en una misma dirección. Sí, con distintos roles y estilos que tiene cada uno de los jugadores y con las diferencias y discrepancias allí latentes, pero con la claridad de que van codo a codo y que no pueden avanzar el uno sin el otro. Así de claro, así de complejo y así de necesario en nuestro contexto de emergencia sanitaria.

La realidad acuciante de casi seis meses de aislamiento físico y de una pandemia que nos acecha, de que los recursos se agotan, de que los números de contagiados mantiene su curso. Y a ello se le suman las tensiones y discusiones y discordancias propias de la vida cotidiana, que en este contexto bien pueden producir estallidos que pronuncian más el malestar.

Siguiendo el llamado a cuidarnos los unos a los otros para ir codo a codo como sociedad, tal vez podríamos recordarnos que todo esto que nos atraviesa y moviliza día a día, pueda acontecer “sin perder la ternura jamás”.

Pero, retomando el pensamiento de quien fuera psicoanalista de Madres de Plaza de Mayo y de los mismísimos Les Luthiers, Fernando Ulloa: ternura no como tierno, dulce, delicado o cariñoso. Ternura como buen trato, como trato justo.

Ulloa sostiene que la violencia de una sociedad manifiesta algo de la ruptura de la condición gregaria, allí donde caduca lo solidario como núcleo de todo pacto social. Tal vez sea esta una oportunidad de reconstruir un lazo social haciendo cuerpo esta idea de ternura: de no anular ni atacar las diferencias y las discrepancias, y de sí poder obrar en conjunto en una misma dirección aún con ellas, sosteniéndonos en un trato respetuoso y justo del otro. Un lazo social, así, más solidario, que reconozca la dimensión eminentemente relacional que nos constituye como sujetos. Una dimensión que siempre tiene sus tensiones y que aún en ellas, podemos recuperar la idea de que no hay el uno sin el otro, más aún cuando el contexto nos reclama avanzar juntos. Tal vez podamos darnos una forma de colectivización frente a esta crisis sanitaria que se sostenga en el buen trato. En este sentido, que no pierda la ternura.

Como señala nuestro querido Ulloa: “hablar de ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarización de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos”.

(*) Psicóloga y magíster en Educación, docente e investigadora de la Escuela Superior de Medicina y de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

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